22 de marzo de 2018

LA PAMPA - SUBZONA 14 II: Un expolicía reveló que presenció las torturas y el uso de la picana.

Un expolicía reveló que presenció las torturas y el uso de la picana 
Publicado el 20-03-2018 
Este martes, en otra audiencia de juicio de la Subzona 14 II, se escuchó el testimonio de un agente de Policía que contó como actuaban "los carniceros" que eran sus jefes. "No había piedad ni clemencia", dijo Juan Bustos.
Un exagente de Policía que cumplió tareas en la Seccional Primera en la época de la dictadura militar reveló cómo se torturaba y se aplicaba la picana en la Subzona 14 y calificó a los oficiales del grupo de tareas como "carniceros". "No tenían piedad ni clemencia. Los detenidos bajaban y no podían caminar, los teníamos que ayudar", confió.
Juan Ángel Bustos trabajó en la Policía del 70 al 82. Después del golpe, estuvo en la Primera como agente. “Los presos de Subzona 14 eran de ellos, los de la Seccional eran otros, estaban en lugares distintos”, describió ante el Tribunal Oral Federal. En el juicio de 2010 ya había confirmado las torturas, pero con menos detalles. Esta vez los jueces tuvieron que interrumpir el testimonio porque el testigo quedó al borde de la autoincriminación.
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“Hay noches que no se duerme”
Bustos dijo que los represores Roberto Fiorucci, Roberto Constantino, Omar Aguilera, Néstor Cenizo Cenizo y Carlos Reinhart eran algunos de los que integraban la Subzona 14. "El trato de los presos era muy diferente. Para los presos de la Subzona 14 era bastante rígido. El preso común era conocido. Hace un montón de años que pasó esto y no quiero recordar, no es fácil pasarla, porque uno tiene nietos, hijos. Me voy a ajustar a lo ya declarado", le dijo a Bustos al querellante Franco Catalani. "Entiendo que pregunte, pero para nosotros es muy doloroso. Me costó muchos años y muchas cosas. No me gusta volver a repetir lo que tantas veces dije, me ajusto a la declaración anterior", insistió.
En ese momento, el juez Pablo Lacava le advirtió que era necesario que brindara detalles para colaborar con la justicia y que no se repita la historia. "Eso me sirvió desgraciadamente para saber cómo uno se tiene que encaminar. Los seres humanos no somos lo que parecemos. No somos tan buenos. Muchos con palabras lindas o porque tiene vehículos o campo, o lo que sea, se creen buenos. Eso me sirvió para saber lo que es un ser humano", le dijo Bustos.
El expolicía confesó que “hay noches que no se duerme”. “Vivo solo, tenía una hermosa familia. Yo, hijo de hacheros, vine a la Policía con la mejor ilusión y me encontré con que después tuve que conocer el calabozo porque les molestaba a los señores. Yo quisiera que recorrieran mi legajo. Los carniceros que tenía enfrente hacían lo que hacían, eran mis jefes. Se equivocan si creen que estuve amargado por irme de la policía, al contrario me puse muy contento de haber terminado como albañil, feliz, muy feliz", confió.
Los “carniceros”
"Los carniceros hicieron lo que ellos quisieron con las personas, nunca pensé levantar mi voz y menos en un tribunal. Y para esto porque no hay un ser humano en la tierra que pueda juzgar a otro. Pero ya que me lo piden de esta manera, pregunten y le voy a contestar", concedió Bustos.
A partir de allí, llegó el cuestionario con las revelaciones del expolicía.
-¿Qué personas estaban detenidas y que trato recibieron? -consultó Catalani.
-No me acuerdo los nombres de los detenidos. Esta gente trabajaba arriba de la Primera, había una escalera que se comunicaba con arriba. Cada vez que iba un detenido para aquel lado solamente Dios se podía fiar. En la Brigada de Investigaciones de la Rio Negro también pasaba lo mismo.
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-¿Que sucedía?
-Muy sencillo, recibía golpes, picana, los peores tratos que se le puede dar a un ser humano. No había clemencia, no había piedad. Somos poquitos los que hemos hablado, habiendo tantos. No eramos ni deiz ni veinte policías. Éramos muchos, pero parece que personas habíamos poquitos. Los demas son todos sordos y ciegos. Me molesté tanto con mis compañeros, mucho me molesté. Por eso precisamente.
-¿Vio personas bajar?
-No podían caminar solos. Había que ayudarlos y trasladarlos al lugar dónde estaban. El médico, si venía bien, lo atendía, y si no era lo mismo. Si lo atendía Pérez Oneto ni hablar, era mejor quedara como estaba, y no que los recibiera a ellos. Era muy difícil que los atendieran, tenían que estar muy graves para que los vieran.
La picana
-¿Cómo funciona una picana?
-Tenés distintas, eléctrica, a pilas, a batería.
-¿De dónde las sacaban?
-No sé, ni ahí.
-¿Cómo funcionaba la picana de la Primera?
-Había una a pila y otra eléctrica, había que enchufarla.
-¿En la Brigada dónde se aplicaba y quién lo hacia?
-Ellos venían y tomaban el lugar y hacían su trabajo. Muy diferente al nuestro. Siempre se movían juntos, en grupo. Reinhart, Fiorucci, o Reta. Ahi no entraba nadie. Yo como agente, menos.
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-¿Había un lugar específico?
-Si, una oficina, sobre mano izquierda del pasillo. Atrás había unas caballerizas que se usaban como calabozo.
Cuando le preguntaron si tenía temor por testimoniar, respondió: "No, no me asustan. Ellos saben dónde ir y que siempre los esperé".
A su turno, el defensor Hernán Vidal inquirió por su salida de la Policía. "No sé. No tengo sumario, un papel así nomás. Un empleado policial no se echa así. Preguntele a quién defiende, ellos saben", respondió.
-¿Estuvo en disponibilidad? -inquirió.
-Si, estuve por apremios ilegales. Me retiré preso. La triste historia de un policía.
Bustos reconoció a Greppi como uno de los militares que se acercaba a las oficinas de la Subzona 14. En la declaración de 2010 tamibén había mencionado al capitán Amarante.
Cuando parecía que concluía el testimonio, el juez José Mario Tripputi intervino para hacerle preguntas como, aclaró, un "testigo calificado". El intercambio se cerró cuando el expolicía quedó al borde de la autoincriminación,
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-¿Vio la picana en la Primera? -punzó.
-No, la vi en la Brigada. Yo no la llevé ahi.
-¿Sabe como funcionaban? ¿Presenció en animales o seres humanos su aplicación?
-Si señor...
-No le voy a dar gracias, usted está acá para decir la verdad por obligación... Acá, en la misma sala, hay una mujer que sufrió mucho por la aplicación de la picana (en referencia a Raquel Barabaschi).
-Yo no vine para que me de las gracias...
-¿Presenció o no?
-Si, yo presencié.
-¿Y qué hizo al respecto?
-Nada, no pude hacer nada. Mirar... no podía creer lo que estaba viendo porque yo no era nada. Y a la señora que recibió la picana.... la compadezco.
-¿Vio que subieran mujeres a la planta alta de la Primera?
-No recuerdo. Hubo mujeres pero no recuerdo quién... para mí, estuvo Mireya Regazzoli. A ella la trataron bastante mal, por cierto.
-¿Donde estaba la picana en la Brigada?
-Estaba en una caja, parado sobre la pared, en un rincón. No estaba al a vista de todos.
-¿Quién era el comisario en la Brigada?
-”Cachito” Arce, pero no tenía nada que ver. Fueron los de la Subzona 14. Nosotros no podíamos entrar, no queríamos saber nada de estar ahí.
-¿Cómo salió usted de la causa de apremios?
-Libre, porque no tenía nada que ver.
En ese momento, volvió a intervenir Catalani, para preguntarle cuántas veces presenció torturas. Los defensores porque la respuesta podía ser autoincriminante, pero el tribunal avaló la consulta. "Yo presencié una tortura en la Brigada. Después, no la presencié, pero de la manera que bajaron al hombre, fue en la Primera, en la parte de arriba", contestó el exagente.
-¿Puede describir lo que vio? -insistió el querellante.
-Una persona desnuda arriba de un escritorio, mojándola...
En ese instante el fiscal Guillermo Cantaro interrumpió por considerar que, en ese momento sí, ya había una autoincriminación. También lo hizo defensor Vidal (que adelantó que denunciará a Bustos por falso testimonio) porque el testigo tiene derecho a no declarar en su contra. Los jueces decidieron dar por terminada la declaración.
"Yo no vine para que me agradezca -le repitió al juez Bustos-, sino con toda humildad, para que esto no vuelva ocurrir. Y menos en La Pampa, porque quedó la universidad vacía, quedaron departamentos vacíos, yo espero que a la juventud de hoy no le toque pasar lo que nos tocó a nosotros. Por mis nietos. Con todo respeto, no vine a pedir agradecimiento. Me lo saqué de encima esto, quiero agradecerles".
Un mes en un buzón
Este martes, en primer lugar, declaró Luis Eduardo Perazo, que vívía en Toay y lo detuvieron entre el 8 y 10 de febrero y permaneció alrededor de un mes preso. Un amigo le dijo que lo buscaban y se presentó espontáneamente en la Policía Federal. Se presentó el capitán Amarante, como subjefe de la Subzona 14, y el comisario Amartino.
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“Ahí empezó una larga indagatoria, sobre mi familia, donde vivía, todo, de mi hermana que estaba casada con Julio Galarza, que estaba desaparecido en Cutral Có, donde trabajaba en YPF. Ahí me di cuenta del quid de la cuestión”, contó.
Perazo había viajado por el país como tirador del polígono, era instructor y, además, peronista y amigo de Santiago “Cholo” Covella. “Fueron acorralándome. Yo siempre respondí la verdad. El 26 de marzo viajé a Mortero en avión para comprar una máquina y sospechaban que tenía que ver con mi cuñado evadido”, confió.
Los policías deliberaron una hora y Amarante le anunció que su “situación era muy complicada y hasta tanto se aclare va a quedar alojado en la U 4”. No hubo orden de detención ni declaró ante un juez.
“Un tenientito me trató mal y yo reaccioné. Se armó un revuelo bárbaro. Eso obró en contra mía, me metieron en un buzón de dos por uno en la U.4. Por eso lo pagué tan largo, desde que entré hasta que salí estuve en ese buzón”, completó.
“Nunca me torturaron ni me golpearon”, aclaró. Un día lo sacaron y en la barbería del penal le hicieron “pelo y barba”. Lo liberaron el 20 de marzo y un oficial penitenciario lo llevó en su auto a su casa de Toay. La orden de liberación la firmó Favio Iriart, como jefe de la subzona 14.
Después el policía Amartino y otro agente lo visitaban, se hacian llevar hasta la casa de los padres para preguntarle sobre su hermana y su cuñado evadido. Les mostraban las cartas que Galarza les mandaba sin remitente por el Correo y la inteligencia abría antes de llegar.
Detenido por volantear
Mario González, que era militante de Franja Morada en la UNLPam, fue detenido en el ’81 junto a dos compañeros porque habían participado de una volanteada en contra del arancelamiento de la universidad. Estuvo demorado tres o cuatro días en la Primera, hasta que fueron reconocidos y declararon en el Juzgado Federal. En una oficina lo interrogaron con golpes. Le aflojaron un diente. "Escuché que alguien llegó a preguntar por nosotros y le dijeron que no estábamos ahí. Pensé que estábamos hasta las manos", lamentó.
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El dato de que estaban volanteando lo habían recibido los policías desde la Secretaría de Extensión de la UNLPam.
El juez Walter Lema le tomó declaración y le planteó que habían violado la ley que prohibía actividades políticas. Les secuestraron volantes y un mimeógrafo en una casa de unos compañeros.
Un cazador detenido
Juan Domingo Lucero era cazador y la policía lo detuvo en el Prado Español, donde había ido a visitar a un amigo que vivía ahí, porque tenían armas de unos cazadores de Mar del Plata. También, sin orden judicial, allanaron su casa, a los pocos metros, y se llevaron las armas.
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“Me llevaron de las pestañas, estuve tres días hasta que los señores de Mar del Plata mandaron los papeles de las armas”, contó.
Nunca declaró ante un juez.
Fuente:ElDiariodelaPampa

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